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Si querías comprar boletos al momento de llegar era imposible. Se habían vendido todos los lugares. En el centro del patio de El Mentidero se erigía ceremoniosamente un tubo de acero sobre una plataforma negra. Esperamos, y a las 8 pasadas se explicó que un grupo de mujeres iría pasando una por una para expresarse a través del movimiento sobre un eje fijo.
Había un rectángulo en el suelo cubierto por una tela gris. Llegué a sentarme lo más cerca que pude. El público esperaba conversando, tomando quizás las últimas cervezas del fin de semana. Era domingo y en el patio percibí ese aire nostálgico de la borrachera, cuando se realiza el recuento de la noche anterior.
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