El Mentidero

José Ramón Enríquez: El Actor como Ente Creativo.

Esta es una transcripción realizada por Inteligencia Artificial.

Conferencia magistral realizada en Mayo del 2019.

Presentador: El tema de esta sesión es de gran interés, no solo para los actores, sino también para directores y para todos aquellos que estamos inmersos en el mundo del teatro. Hay muchas preguntas que surgen alrededor de este tema: ¿hasta dónde llega la influencia del actor? ¿Dónde comienza la mano del director? ¿Qué sucede en esta relación? Hay mucho que comentar, y estoy seguro de que muchas dudas se aclararán con el maestro José Ramón Enríquez. Así que, sin más preámbulos, le cedo la palabra al maestro. ¡Bienvenido y muchas gracias!

José Ramón Enríquez:

Bueno, es un honor estar aquí.

El título de esta plática sugiere algo muy interesante. Originalmente no era la intención usar la palabra «ser», sino «ente», y me encantó. Me quedé pensando en lo acertado que fue utilizar «ente», porque en la filosofía, el ente puede ser o no ser, mientras que el ser es. El ente tiene la potencia de ser o no ser. Entonces, la cuestión del actor como ente creativo es precisamente eso: una cuestión de elección. Quienes se dedican a esto pueden ser o no ser creativos. El actor es un ente, y esto se aplica especialmente cuando hablamos de la urgencia de definir al actor para que no se limite a lo que otros definen para él, como por ejemplo, en los sistemas de creadores. El actor muchas veces no es considerado un «creador», entre comillas. Sin embargo, esta discusión puede aplicarse a cualquier artista.

Obviamente, hay un oficio, una serie de prácticas y técnicas, todas muy respetables, que apoyan el hecho artístico, pero no son el hecho artístico en sí. Existen muchos actores, escritores y pintores que, siendo muy técnicos y hábiles en su oficio, no se consideran creadores porque repiten lo mismo una y otra vez. El fenómeno de la creación es algo en lo que solo los seres humanos podemos participar. Es una palabra bastante grave, porque implica la idea de crear de la nada, algo que se asocia con la actividad divina, con Dios como creador. Después de la creación original, las cosas evolucionan de una naturaleza a otra, pero sin esa voluntad de hacer, de crear una nueva realidad a voluntad.

La pregunta que nos surge es: ¿qué es la creación? Es una cuestión que nos lleva a reflexionar sobre la relación entre el director, el autor y el actor. El actor se considera un intérprete, mientras que el autor es un creador. El director, por su parte, es un oficio relativamente nuevo que surge a finales del siglo XIX y principios del XX. Antes no existía la figura del director de escena, y aquí es donde surge la pregunta: ¿Es el director un creador?

Este debate se originó cuando se creó el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) en México, y Conaculta, que manejaba los programas. Emilio Carballido, un maestro que todos conocen, sostenía que el actor, el director y el escenógrafo eran intérpretes, mientras que los creadores eran los autores. Así, en el Sistema Nacional de Creadores, la rama de dramaturgia se considera literatura, es decir, escritura, y por lo tanto, los dramaturgos son los únicos considerados creadores.

Sin embargo, hubo una gran movilización de directores y escenógrafos reclamando también su lugar como creadores. Los actores, por su parte, quedaron callados, porque en ese momento no se les consideraba creadores, aunque se les reconocía como «creadores escénicos», pero no formaban parte del Sistema Nacional de Creadores.

La cuestión de qué es la creación es fundamental. Sabemos que el ser humano puede conocer, entender, y técnicamente interpretar algo. Pero hay algo más, algo que no es simplemente colgar una tela o construir un objeto. Es un fenómeno que transforma un objeto en arte, como el famoso urinario de Marcel Duchamp, que él presentó como una fuente. Este acto cambió por completo el concepto del arte en el siglo XX. Duchamp no era simplemente un artesano, sino alguien que transformó un objeto cotidiano en una obra de arte, dándole un nuevo significado.

Esto nos lleva a una reflexión filosófica que ya abordaba Platón en su diálogo «Ion». Sócrates discute con Ion, un rapsoda especialista en Homero, quien cantaba las obras de Homero en lugar de leerlas. Sócrates le dice a Ion que lo que hace no tiene mérito porque es poseído por el espíritu de Homero, es decir, no es él quien habla, sino Homero a través de él. Ion, orgulloso, acepta esto, pero Sócrates le plantea que no hay esfuerzo propio en su acto, porque está siendo poseído.

Esto abre un debate sobre la creación y la inspiración divina o las musas, que según la tradición, poseían al creador. Platón, en su «República», incluso prohíbe la entrada de poetas y actores, porque eran considerados peligrosos para la sociedad, ya que estaban poseídos por fuerzas que la república no podía controlar.

Esta visión del actor como alguien poseído por fuerzas externas es interesante porque nos lleva a cuestionar hasta qué punto estamos hablando por nosotros mismos, o si estamos repitiendo lo que hemos leído y aprendido de otros. Como artistas, podemos sentir que a veces no llegamos a ciertas conclusiones por nosotros mismos, sino que algo más nos guía, algo que podríamos llamar inspiración o intuición.

En el siglo XX, esta discusión se refleja en la postura de Carballido, quien consideraba que solo los autores eran verdaderos creadores, mientras que los actores y directores eran simplemente intérpretes o herramientas para la obra. Esta visión mecanicista del actor como una especie de marioneta o micrófono que reproduce las ideas del autor o director es una visión muy limitada.

La gran pregunta es si esto es verdad o no. ¿Es el actor simplemente un instrumento técnico, o puede ser un ente creativo? Cuando un actor dice que hay días en que siente que algo mágico sucede en el escenario, que no fue él quien actuó, sino algo más, está hablando de ese momento en que el arte trasciende la técnica y se convierte en creación.

En contraste, existen teorías que comparan al actor con una marioneta, donde el director mueve los hilos y el actor simplemente sigue órdenes. Aquí es donde surge la importancia de la intuición, un concepto clave en la filosofía de Henri Bergson a principios del siglo XX. Bergson argumenta que la razón no es suficiente para conocer y comprender el mundo; la intuición es igualmente importante.

El ser humano no solo conoce a través de la razón, sino también a través de la intuición. Esta intuición es lo que permite a un actor, un escritor o un pintor ir más allá de la técnica y crear algo verdaderamente nuevo. Por supuesto, un actor necesita herramientas técnicas: saber manejar su cuerpo, su voz, y conocer el idioma en el que actúa. Pero todo eso no hace al artista. Hay algo más, un momento determinado en el que la técnica se trasciende y ocurre la creación.

Esto me lleva a recordar a Lope de Vega, quien se burlaba de la poesía técnica diciendo que cualquiera puede escribir un soneto siguiendo las reglas, pero ¿en qué momento ese soneto se convierte en un verdadero poema? La intuición es lo que marca la diferencia. Es ese algo indefinible que tienen ciertos actores, escritores o artistas en general, y que muchas veces las escuelas de arte apagan en lugar de fomentar.

Un buen maestro es aquel que sabe identificar ese «algo» especial en sus alumnos y empujarlos a desarrollarlo, aunque eso implique que los supere. Este es uno de los grandes desafíos de ser maestro: aceptar que tu alumno puede llegar a ser mejor que tú.

Volviendo a la cuestión del método, es importante recordar que un método no lo es todo. Hay actores que, como Alain Delon, confiesan que simplemente han sido ellos mismos frente a la cámara, sin hacer ningún esfuerzo especial. Pero eso no los convierte en grandes artistas, sino en herramientas en manos de un buen director. Delon, por ejemplo, no hacía nada en particular, pero directores como Luchino Visconti lograban sacar lo mejor de él, gracias a su genialidad.

En resumen, el actor puede ser o no ser creativo. Aquellos que se comprometen verdaderamente con su personaje, que lo hacen suyo y se enamoran de él, serán actores creativos. Pero lo mismo puede ocurrir con un autor o un director. Incluso Carballido, a pesar de ser un gran maestro y tener momentos extraordinarios, a veces caía en la repetición de fórmulas y métodos, lo que le restaba originalidad a su obra.

Finalmente, la creatividad en el arte es una cuestión de intuición y compromiso. Los grandes actores, directores y escritores son aquellos que permiten que la intuición los guíe, que se enamoran de sus personajes o de sus historias, y que logran transcender la técnica para crear algo nuevo y verdaderamente significativo. Este es el desafío y la belleza del arte.

Abrimos ahora el espacio para la discusión. Estoy seguro de que muchos de ustedes tendrán opiniones y preguntas sobre los puntos que he tocado, y me encantaría escuchar sus comentarios y reflexiones. ¿Alguien quiere comenzar?

La conferencia completa puede verse en el canal de YouTube de El Mentidero. Ver aquí


https://youtu.be/dArZgCXgSPE?si=5HdvbLnKa9NSS3pk

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *