El Mentidero

El Poder de la Escena: Enrique Arreola y la Magia del Teatro

Esta es una transcripción realizada por Inteligencia Artificial.

Paulo Galindo: Hoy, desde Santa María la Ribera, el corazón de la Ciudad de México, tenemos con nosotros en El Mentidero Live, en la Muestra Nacional de Teatro de Península (edición número 15), al gran, único, inigualable, talentoso y guapo, Enrique Arreola.

Enrique Arreola: Gracias, hoy qué presentación, qué bárbaro.

Paulo Galindo: Sí nos gusta hacer sentir a nuestros invitados desde que llegan al Mentidero, ya sea virtual o presencial.

Enrique Arreola: Muy bien, gracias, qué gusto, estoy muy emocionado de esta entrevista.

Paulo Galindo: Bienvenido, Enrique, bienvenido. El Mentidero es tu casa, cuando quieras. Me da mucho gusto que podamos platicar hoy, que platiquemos, que platiques tú, que le cuentes a nuestro público, al público de El Mentidero, al público de Sonora, un poquito de tu experiencia en el teatro. En esta edición, estamos platicando de cómo fue ese flechazo, ese primer cupido entre tú y el teatro. Ya vimos un poquito de ti; sabemos que eres un actor con muchísima trayectoria en el teatro, el cine y la televisión. Cuéntanos, ¿te acuerdas de ese momento, de ese flechazo en el que el teatro te enamoró?

Enrique Arreola: Esos momentos inolvidables, por eso pienso yo siempre en la responsabilidad de cada función, de cada día de filmación, de cada llamado, de lo importante que es, porque tú nunca sabes a quién le vas a tocar el corazón y le vas a cambiar la vida para siempre. Yo recuerdo entrañablemente, y poderosamente, el momento en que hace como 32 años, se presentaba la obra «De la Calle» de Jesús González Dávila, en el Teatro del Bosque, que ahora se llama Julio Castillo. En ese momento vi ese milagro del teatro dirigido por Julio Castillo, con actores extraordinarios como Norma Angélica, Roberto Sosa, Marta Papadivich, Raqui. Era impresionante lo que sucedía; era un milagro, era prodigioso, era único e irrepetible. La obra «De la Calle» me marcó para siempre y fue donde dije: esto es lo que quiero hacer el resto de mi vida. Algo pasa en ese escenario que yo no me puedo explicar con palabras, algo milagroso. Había una escena donde aparecía el Santo Niño de Atocha desde el fondo del escenario y con su guaje bendecía con agua al niño de la calle interpretado por Roberto Sosa. Con el fondo del Requiem de Mozart, toda esta idea que Julio Castillo atrapó, me atrapó el corazón y me partió para siempre. Me tocó el veneno del teatro para siempre, porque dije: eso es a lo que yo me quiero dedicar, a lo inexplicable, a lo que la gente no sepa qué le está pasando, pero le está tocando una fibra en el corazón que solo el teatro y el arte hacen. Ese es el momento más mágico que yo he vivido. Después, se me ocurrió llevar a mis compañeros de prepa a ver la obra. Estaba en el CCH en Aucalpan en ese momento, y los llevaba a ver este prodigio. Unos lo entendían, otros no. Pero yo decía, esto lo tengo que compartir. Son momentos únicos e irrepetibles. Por eso, la función de hoy, el llamado de hoy, la filmación de hoy es única e irrepetible. Debe estar siempre hecha con la mayor gracia para que toques el corazón de alguien.

Paulo Galindo: O no, ya no depende de ti. Oye, ¿y cómo vives el fenómeno hoy? ¿Cómo vives ahora desde el escenario con esa conciencia, con esa responsabilidad? ¿Cómo te preparas para eso?

Enrique Arreola: Fíjate que también en ese sentido, yo tuve una formación muy, muy afortunada, lo debo decir. Me formé con el Maestro Luis de Tavira en los años 90. Era muy rígido y estricto en muchas cosas, pero esa formación la vives de distintas formas durante tu carrera y tratas siempre de ser muy firme y riguroso. No siempre se logra; también hay que ser flexibles. Pero yo siempre me acuerdo de poner, aunque suene muy trillado y cursi, el corazón y la vida en lo que hago para que no se pierda esa magia inexplicable. Vivo cada función muy emocionado y entregado a mi trabajo con una entrega total.

Paulo Galindo: ¿Te ha tocado el encuentro con un espectador primerizo? ¿Has vivido la experiencia de salir de una función y que alguien, que nunca había visto teatro en su vida, se acerque a ti?

Enrique Arreola: Sí, sí, ese momento es importante. Hay que atenderlo personalmente y escuchar sus palabras porque no sabes a quién le estás cambiando la vida. Tus palabras pueden influir poderosamente en alguien, quizás no se dedique al arte, pero puede ver la vida de otra forma. Eso puede ayudar a transformar la sociedad que tanto necesita transformarse. Cuando un joven de secundaria o de prepa se te acerca y te dice «gracias», es bien curioso porque a veces no pueden verbalizarlo. En estos tiempos, la comunicación verbal se ha reducido mucho. Entonces, escuchar y recibir el agradecimiento es fundamental. Esa es la misión de uno, el intercambio humano y el impacto en la fibra humana.

Paulo Galindo: ¿El teatro transforma, Enrique? ¿Es verdaderamente un instrumento de transformación social?

Enrique Arreola: ¿Seríamos un mejor país si el teatro cura? Sí, el teatro transforma, el teatro ayuda. Hay que transmitir esa vibración desde el escenario y hacer que el público vibre junto contigo. He vivido obras y trabajado con directores que me han transformado la vida. El teatro es un alivio para el espíritu y el alma de cualquier persona o actor. Entre más jóvenes vayan al teatro, más panoramas y experiencias tendrán en su vida. Más capital humano tendrán.

Paulo Galindo: Oye Enrique, y tú eres un actor que brinca del teatro a la televisión y al cine de manera natural. Hay una discusión en el mundo de la creación actoral sobre las diferencias entre estos mundos. ¿Cómo trabajas esas diferencias? ¿Realmente existen?

Enrique Arreola: Yo aprendí sobre la marcha. No hay una escuela que te enseñe a actuar en cine o televisión. Aprendiendo sobre la marcha, vas entendiendo más sobre el panorama. El cine, por ejemplo, requiere una energía muy concreta y concentrada. Todo está en tu mirada y rostro. El teatro es el lugar para domar esa energía y proyectarla. Es como una especie de magia poderosa. En la Edad Media, se enterraba a los actores hacia abajo por la fuerza sobrenatural que temían que pudieran liberar. Son energías distintas que hay que domar, y el oficio de uno te hace aprender a manejarlas.

Paulo Galindo: Oye, te tenemos como corresponsal en Santa María la Ribera. Cuéntanos, ¿qué estás viendo a tu alrededor?

Enrique Arreola: Estoy viendo al señor del gas, el camión del gas, pasan muchos coches, la gente que va a la tortillería, a la panadería, y la vida cotidiana sigue aquí en la ciudad, así como en el teatro. La vida sigue. La voz y la vibración en el escenario retumban en el corazón de la gente. Son energías distintas. Nadie las enseña; es el oficio de uno lo que lo hace aprender. Por eso es importante ir al teatro, ver obras, cine, entusiasmarse y compartir el trabajo de tus compañeros.

Paulo Galindo: Oye Enrique, para cerrar, ¿qué le dirías a ese joven que está aquí con su teléfono y que nunca ha visto una obra de teatro?

Enrique Arreola: Oye, morro, morra, estás ahí con el celular, dale un respiro a tu ansiedad, date chance, respira y ve a un teatro ahora que ya hay funciones presenciales. Ve a la compañía y date un clavado para sentir algo que nunca has experimentado. Es como tu primera vez en lo que quieras, el primer beso, lo primero que quieras en la vida. Lo vas a sentir de manera única en el teatro. Suelta un poco el celular y ve a ver teatro, danza o un concierto. Te garantizo que tu vida se transformará. Acércate y vívelo.

Paulo Galindo: ¡Dime! Te lo garantiza tu amigo Enrique Arreola.

Enrique Arreola: Parezco político, pero no es así. A mí me cambió la vida el teatro. Date chance de que el teatro te cambie la vida.

Paulo Galindo: Mi querido Enrique, qué gusto, qué honor volver a vernos, aunque sea virtual.

Enrique Arreola: Así será. Ha sido un gustazo. 

Paulo Galindo: El Mentidero es tu casa, cuando quieras.


La entrevista completa puede verse en el canal de YouTube de El Mentidero. Ver aquí

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